tendencias de la vida digital y reflexiones personales de Jaime Estévez
Mobuzz pasará a la
historia de Internet como una experiencia pionera de
WebTV que fue capaz de lanzar y mantener un
producto de calidad, atractivo y de referencia para miles de usuarios y emprendedores de todo el mundo. También pasará a la historia de los negocios, esta vez con minúsculas, como un caso de gestión fallida de las respectivas
comunidades de interés.La
primera comunidad, la de los denominados
'A-List' fue la comunidad mejor gestionada por el fundador de Mobuzz: frecuentes vuelos internacionales, cesiones de capital sin contrapartida económica, cenas y comidas en los restaurante de moda... fue suficiente para lograr la adhesión incondicional de los grandes creadores de opinión en la blogosfera y, en muchos casos, prescriptores relevantes para los inversores. Esta fue la comunidad que le permitió
'sacar pecho' al proyecto.
La
segunda comunidad, la de los
anunciantes, fue una comunidad insuficientemente atendida por una empresa cuya viabilidad pasaba necesariamente por los ingresos publicitarios. Además de desarrollar el producto hay que desarrollar el negocio y eso pasa, entre otras cosas, por constituir un departamento comercial que vaya más allá del modelo 'relaciones públicas'. Lograr determinadas campañas de anunciantes de prestigio como
Honda, Cutty Sark o Levi´s es bonito pero la rentabilidad sólo llega cuando se demuestra la cintura necesaria para atender a clientes de menos brillo pero que están dispuestos a gastarse 30.000 euros en Mobuzz como afirma
este usuario de elmundo.es. La negligente gestión de esta comunidad fue la que
debilitó a la empresa.La
tercera comunidad, la de los
usuarios, fue utilizada siempre como
moneda de cambio para mantener el interés de los inversores. Cuando su función primaria como espectadores se demostró insuficiente para lograr financiación se les requirieron nuevas utilidades como la de generar ruido (buzz) y la de contribuir personalmente con sus ahorros para mantener el proyecto vivo
"hasta enero que todo se tranquilice". El peso que la empresa atribuía a esta comunidad se manifestó durante los últimos años en tímidas iniciativas como
'NewsRoom', con una promesa de participación real de la audiencia que al final se quedó a medio camino. Sin embargo, la fidelidad de esta comunidad, arengada a su vez por los
'A-List' leales al fundador, fue la que
más cercana estuvo de
salvar a Mobuzz de su destino final.
Pero aún hay una
cuarta comunidad, que a la postre, resultó la decisiva: la de todos los empleados que, sin tener parte en el capital de la empresa, fueron
utilizados para
movilizar conciencias y recaudar fondos, generalmente en contra de su propia voluntad, inermes para la protesta debido a los meses sin cobrar y el miedo a quedarse en la calle sin siquiera un finiquito justo. Una propuesta como lo que
en su día hizo Marek Fodor de que las donaciones fueran directamente a los empleados y ellos voluntariamente decidieran si invertirlas en sostener el proyecto o en cobrarse los atrasos pendientes hubiera superado esta dramática
divergencia de intereses. Sin embargo, las promesas reiteradamente incumplidas y la desinformación sistemática a la que
les sometió la empresa minó su paciencia y esperanzas hasta el punto de que el
'ultimo show de Mobuzz' llegó en realidad por la
negativa del equipo de publicar nuevos episodios si no cambiaban las circunstancias. El detalle que mejor ilustra esta situación es la firma del
comunicado de cierre de Mobuzz: Mientras que originalmente era
'el equipo de Mobuzz' quien suscribía el mensaje de despedida, las protestas de sus
ex-empleados obligaron al fundador a modificar el texto para firmarlo con un escueto
'Mobuzz'. El
maltrato hacia esta comunidad fue lo que finalmente
mató el proyecto.
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